Yo nunca había sido creyente, pero
cuando empecé a follar con él entendí por fin eso de "no nombrarás a
Dios en vano" que tanto me desconcertaba de pequeña, cuando
pasaba los largos veranos en el pueblo y me aburría tanto que a
veces iba a misa. A veces estando con él era tan felíz que tenía
miedo, era ese tipo de miedo de quien se ha montado en una montaña
rusa y empieza a subir y subir, y solo ve el cielo despejado y el
aire fresco le llena los pulmones, pero cuanto más sube sabe que más
rápida y brutal será la caida, la intuye, sabe que llegará, pero
aún así en ese justo momento se deja llevar porque el ascenso
suave, la brisa, las vistas, porque su espalda, su polla, su sonrisa.
Y claro, al final acabas de cabeza en el suelo, destrozada pero bien
follada, lloras como Alicia pero al final encuentras la llave de la
puertecita y no te ahogas, porque a pesar de todo fue una puta
Maravilla.