Oscuro descenso a la cima.
El proceso ya era similar al conocido en los tugurios del París de la época como baile apache. El artista corre con el papel femenino: da patadas de afirmación en el suelo, grita desafiante unas veces y otras afecta indiferencia, resiste los avances de su perseguidor con absoluto desprecio... recibe su poquito de zarandeo y arrastre... da algunos chillidos para que la cosa no decaiga... y, finalmente con un grito agónico maravillosamente ambiguo, ¡dolor, éxtasis!... se entrega rendida... ¡Plas, plas, plas, plas!... ¡Es mi hombre!... Se encienden las luces y Todos, tout le monde, aplauden.
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